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martes, 11 de enero de 2011

Los Sorchos

Los sorchos andan patrullando las calles del pueblo y eso lo considero bueno, pero lo que no me parece correcto, es la forma de irrumpir en las casas decentes como la mía, entiendo perfectamente que están haciendo su chamba de vigías defensores, sólo que deben proceder con mayor cautela, ya que al rato, los ciudadanos pacíficos tendremos que cuidarnos de los mismos que nos protegen, porque estando en una reunión familiar, de repente estos hijos de su militarizada progenitora, se bajaron de sus trocas, echando mano a sus fierros como queriendo pelear, bueno, no tanto así, pero resulta que mis parientes, casi todos, diabéticos, menos yo, pues se asustaron muchísimo, y es que los soldados, en su afán de espulgar a la población, se han convertido en celosos guardianes que sospechan hasta de su propia sombra.
El viernes como a las once de la noche, estábamos en la casa, con eso de que ya no se puede salir de noche por temor a la inseguridad de las calles, pues no nos ha quedado de otra, más que hacer reuniones en lo íntimo de lo familiar, así que, pues la casa heredada por mis abuelos maternos, los fines de semana se convierte en un hervidero de gente que deambula por los amplios pasillos de mi enorme casona de dos cuartitos, cuando una voz dice de pronto: “afuera están los sorchos” y como siempre andan patrullando la zona, pues di en creer, que se trataba de lo mismo, que iban pasando por la Gutiérrez rumbo al cuartel, pero me asomé y estaban en la banqueta revisando a mis parientes, quesque en un chequeo de rutina, claro que tampoco es agradable ver a tu gente siendo intimidados por unos desconocidos, que, además, si mis consanguíneos hubieran estado en la vía pública haciendo desmanes, pues voy de acuerdo en que los revisen a todos, pero de lo que se trataba era de pasar una noche tranquila, naturalmente que era una velada bulliciosa, llena de música y alegría, así que fue mayor la sorpresa del asalto de los soldados, que venían a bordo de tres camionetas, lo que no me parece justo, es que hubieran asustado a niños, viejitos y mujeres, ya que eso de llegar de esa manera, nada más se ve en las películas, me daba la impresión de que habían arribado a una de esas casas grandes con la intención de catear la propiedad, alguien, cualquiera de nuestros funcionarios tienen que explicarles a estos orangutanes a que se comporten, que deberían de discriminar a los malandrines de las personas honorables, no conformes con asustar a los invitados familiares, se dedicaron a revisar los radios Nextel, eso, que yo sepa, no se debe hacer, porque están violentando todas las garantías individuales, digo, si esa es la táctica de inteligencia militar de nuestros próceres de la armada mexicana, algo está mal en esta nación nuestra, además, esos convoyes pasan todos los días a todas horas por este barrio y conocen a los vecinos, ni modo que sean de al tiro ciegos para no percatarse de que son los mismos que observan al pasar con sus caras de pocos amigos, lo que me cayó más gordo fue su sonsonete chilango, y no porque me caigan mal, si hasta eso, me son agradables, pero dado el shock del encontronazo, lo espectacular del movimientazo de vehículos, la faramalla de que se bajaran armados hasta los dientes, yo digo, que si mi mamá hubiera estado en la casa, sale como doña Simona Pruneda a enfrentárseles, gracias al Dios de Israel que mi jefa ya está en la gloria, sino quien sabe cómo les hubiera ido a estos soldados, en fin, sólo espero que no se vuelva a repetir el incidente, que primero se fijen bien donde andan haciendo sus “chequeos de rutina” que los criminales nunca se hospedan en hogares decentes, que a esos que ellos buscan, ya saben dónde encontrarlos, así que no le hagan al ensarapado. Ya dije.

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