Los criminales, sea cuál sea su índole, también son creyentes en las fuerzas sobrenaturales, algún día, le pregunté a uno de ellos, la razón por la cual se había tatuado a La Guadalupana, y me dijo, rotundo: “porqué también soy hijo de Dios”, cada uno de estos malandrines, tiene su propia manera de confiar en las divinidades, supongo que sus plegarias son las mismas que ya conocemos todos, lo que ha de cambiar, son las intenciones de elevarlas con fervor para conseguir sus aviesos propósitos de perjudicar a los objetivos de sus rapacerías, hay en esos rezos, algo de primitivismo sobrecogedor, porque uno ruega para que el otro que ruega lo contrario se vuelvan realidad ambas peticiones, a quién le harán caso los espíritus superiores, si tomamos en cuenta que ambos, como me lo confió el rufián, son hijos del mismo padre, tal vez por ello, los bandidos, a pesar de que siguen “rayándose” a san Juditas y a la virgencita de Guadalupe, han vuelto los ojos a una que los acompaña siempre: la muerte, ya sé que suena a melodrama barato, pero es real, con la que venció a Dios, bueno así dice la oración que viene impresa en las veladoras… “Jesucristo vencedor que en la cruz fuiste vencido”, se sienten casi invencibles, incluso hay una de bulto en cada hogar que se precie de ser devoto de su imagen, y claro que, a esa nadie se las podrá quitar, porque la traen implantada en sus ansias.
En el norte, es decir, por estos rumbos, la devoción a la Muerte es de tal magnitud, que hay templos, o al menos capillitas, altares improvisados para rendirle culto a tan transfigurada señora, ya se los he dicho en otras ocasiones, yo no tengo miedo morirme, pero tampoco ninguna prisa, además, como decía mi tía Crisanta, cuándo te toca, aunque te quites, y cuándo no te toca, aunque te pongas, así que en esa ancestral creencia, que del rayo te salvas, pero de la raya no, que no significa otra cosa que todos los seres humanos tenemos una dosis de vida y nadie traspasa esa delgada línea del destino marcada por el Creador de todo cuanto existe, aunque es verdad que hay algunos que infundados en una especie de luz cristalina se sienten blindados solamente porque están bajo la influencia de la alguna insanía mental, al menos no encuentro alguna otra explicación lógica.
La muerte nos llevará a todos, eso es un hecho indiscutible, pero en el discurrir del tiempo, hemos encontrado la manera de hacernos sus aliados, le cambiamos el nombre, en algunas regiones le dicen: la tía de las muchachas, la patas de catre, la calaca ciricia y ciaca, y así, hasta el infinito, es una manera de acercarla a nuestras vidas para que al momento del encuentro nos sea leve, o que cuando nos lleve a la región de nunca jamás, se apiade de nosotros, un día vi “Macario” película con el genial actor mexicano López Tarso, en la que el histrión se topa con varios personajes, entre ellos; Dios, el diablo y la muerte, y le convida de su guajalote, que lo quería para él solo, es más, su propia esposa lo robó, lo cocinó para que estando solo en el campo hiciera realidad su sueño y ni siquiera le pudiera dar a sus hijos que traían hambre atrasada desde que nacieron, por su generosidad, al indio, la muerte benigna y cruel, le hizo un regalo de vida, bueno, no así, sino que le otorgó el Don de que al momento que se pusiera ella en la cabecera del enfermo, él supiera que a ése no se lo llevaría con ella, así fue que el pobre indígena se hizo de fama y dinero, ya que lo vendió al mejor postor, y como siempre, o casi siempre, los únicos que pueden comprar la salud, son los ricos, pues de la noche a la mañana se hizo de casa grande, comida abundante y privilegios para su vieja y su numerosa prole, pero ya estando en el asunto de curar a la gente, pues uno de esos poderosos hombres, lo instó a que curara a su hijo, propósito que nunca logró, a pesar de que le rogó a la huesuda que a ese si se lo dejara, porque si no, se lo llevarían a la horca, y él, que era amigo de la muerte, también se lo llevó.
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