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lunes, 19 de julio de 2010

outfit

La verdad es que a los hombres no nos importa tanto la ropa como a las mujeres, con dos pantalones, cuatro camisas, un traje para las bodas y los funerales, dos corbatas, dos pares de zapatos, tres pares de calcetines y cuatro calzones ya tenemos suficiente para pasar todo el año sin necesidad de andar en las tiendas para renovar el guardarropa, pero a las damas les va la vida si no estrenan vestido para cada fiesta, imposible que repitan atuendo, digo, todavía si fueran celebridades, pues voy de acuerdo, pero tampoco es que las estén cazando los paparazis a la salida de la cueva Leonística o del salón de los Agentes Aduanales, lo que es peor, ellas se visten para presumir a otras mujeres, y ese detalle está comprobadísimo, según una encuesta realizada entre las féminas, 10 de cada 9 son vanidosas por naturaleza, además con justa razón ya que siempre lo he dicho que las mujeres hermosas nos benefician a todos con su presencia y si, además visten como lo que son, es decir unas reinas, pues es inevitable que las miradas de los hombres se posen sobre sus regias figuras adornadas con sus mejores galas, aunque también es cierto, que unas se ven mejores que otras, y aquí no me estoy refiriendo a flacas o gorditas, que hay unas que no son talla cero, pero que se ven estupendas con lo que se pongan y es que la seguridad con la que se plantan en cualquier lugar en el que están les otorga ese halo de dignidad y prestancia que no cualquiera se atreve a hacerlo por temor al ridículo ante las demasiado esqueléticas que parecen cabritos de rancho seco, pero ese es tema para otra columna, ya ven que me desvío tan fácilmente del tema, y ustedes, ni me dicen nada, queridos lectores, si mi editor me corre será por su culpa.
Van a decir que estoy bien lurias, pero es que leí en un artículo que la ropa del hombre no ha variado demasiado, porque en realidad a los caballeros no nos importa lucir tanto la apariencia que nos otorga la vestimenta, aunque es verdad que hace varios siglos, en esos corrillos de gente de altísimo pedorraje, como en la realeza, la aristocracia, los políticos y el clero, los atuendos eran bien estrafalarios, con mallones, mangas abullonadas y crinolinas, parecían como si llevaran botargas del Dr. Simi, hagan de cuenta como algunos funcionarios del ayuntamiento que de tan gordos que están, las guayaberas parecen batitas de maternidad, andando el tiempo, las vestimentas fueron aligerándose un poco, y al rato, ya nada más se permitía un saco y pantalón para las grandes ocasiones, lo que ocurrió es que con la incomodidad de los grandes trajes que se ponía con armazones para poder sostenerlos, pues no había manera de que se mantuvieran en el gusto de los machos, que ni les dije en las líneas anteriores, hasta pelucones se ponían aunque les sudara la mollera como pingüino en plena canícula, gracias a Dios todo eso quedó en el olvido, ahora esos adefesios barrocos quedaron sólo como morbosas imágenes en los museos del mundo, ahora las que sufren por la percha son las bellas mujeres y por si fueran pocas sus propias vicisitudes al vestir, también tienen que comprar la ropa de sus maridos, aunque ellas se compran su “outfit” en Joe Brand y a ellos en el departamento de frutas y verduras de H.E.B.
Mi tía Cocó decía que como te ven te tratan, y ella se sentía la divina envuelta en crema de chocolate, aunque su guardarropa se lo cosía Tomasita la costurera del barrio, y es que antes no se usaban las garras de los grandes diseñadores, cada señora tenía su “modista” a como el chivo del marido les alcanzara, en fin, son otros los tiempos que corren y a todo se acostumbra uno, menos a no comer, lo bueno de todo es que las mujeres son ahora tan deslumbrantes como siempre, finalmente ellas son las reinas de la creación y son dueñas de todo lo que hay sobre la faz de la tierra. Ya dije.

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