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viernes, 2 de julio de 2010

La Lluvia

Ya se había anunciado que el huracán Alex pegaría en las costas de Tamaulipas con desmedida fuerza, pero con lo que nadie contaba, era que la tarde del miércoles, según lo escuché en el noticiero radiofónico de Toño Ulloa, un tornado andaría dando vueltas como demonio de tazmania sobre nuestro solar fronterizo, la verdad es que uno de los sencillos placeres que más disfruto es ver llover, así que, a pesar de que protección civil local había lanzado la alarma de que en cualquier momento sobrevendrían fuertes tormentas sobre nuestro suelo, hice caso omiso de las perentorias advertencias y me aventuré a salir a la banqueta de mi mansión solariega para disfrutar de la brisa fría de la lluvia.
No me gusta hablar bien de nadie, mi columna no está diseñada para soportar las cursilerías envueltas en papelitos de colores para obsequiárselas a los demás, nunca lo he hecho, porque me parece que al hacerlo estoy incumpliendo con la noble tarea de escribidor de la vida que pasa, en mi caso, puedo decir sin ambages, ni cortapisas, que he podido ejercer con soltura espiritual mi labor periodística gracias al apoyo incondicional de mis editores y eso que a veces he tocado teclas dolorosas para determinados personajes que todos conocemos por su alto pedorraje social, bueno, pues todo esto es para decirles, queridos lectores, que protección civil de Nuevo Laredo realiza una extraordinaria función social en ayuda de los ciudadanos y no se andan con esas mafufadas de las fotografías en los monumentos ni en los eventos especiales del ayuntamiento, estos trabajan 24 horas al día sin descanso, tal vez porque no persiguen más galardones que los que ya tienen, es decir, su chamba es una vocación de servicio que consiste en auxiliar a la gente en situaciones de riesgo.
Ante la llegada de las oleadas de lluvia que se sabía habrían de llegar con el aterrizaje del huracán Alex, protección civil se preparó con antelación, sobretodo dispuso de información valiosa que en estos casos es fundamental, ya que aunque parezca obvio, a nadie se le ocurre que lo primero que hay que tener a la mano, por si las dudas, es una linterna con pilas de repuesto, una radio portátil, agua potable suficiente, comida enlatada, velas y cerillos, ya sé que suena a historia común, pero que estos héroes ciudadanos salgan a los medios difusores de noticias a anunciarlo provoca gran alivio a la gente de a pie, esos que, llegado el momento, entienden que podrán acudir en busca de socorro expedito en cualquier contingencia a los encargados de esta dependencia que bien merecen un premio por su alto valor civil, supongo que devengan un salario decoroso, yo creo que a todos, aunque no conozco a ninguno de los involucrados en este esfuerzo, se les debería de rendir un justo reconocimiento a su labor con medallas al mérito ciudadano, porque son héroes verdaderos en esta ciudad con valor.
El poeta granadino Federico García Lorca, que sin duda alguna, es mi favorito de entre el cogollito intelectual, tiene un poema que viene al caso con estos días lluviosos que hemos disfrutado en la ciudad, gracias a Dios no ha habido ninguna tragedia que lamentar y siendo como soy un hombre agradecido por el sol que me alumbra y la luna que me ilumina, quiero compartir con ustedes, queridos lectores, unos párrafos hondos de este estupendo gitano: “La lluvia tiene un vago secreto de ternura, algo de soñolencia resignada y amable, una música humilde se despierta con ella que hace vibrar el alma dormida del paisaje. Es un besar azul que recibe la Tierra, el mito primitivo que vuelve a realizarse. El contacto ya frío de cielo y tierra viejos con una mansedumbre de atardecer constante. Mi alma tiene tristeza de la lluvia serena, tristeza resignada de cosa irrealizable, tengo en el horizonte un lucero encendido y el corazón me impide que corra a contemplarte”.

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