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domingo, 11 de julio de 2010

El agua hasta el cuello

Lo dicho, nuestros heroicos hombres de Protección Civil comandados por Juan Ernesto Rivera se han llevado las palmas en esta gran contingencia que hemos padecido durante los días recientes en Nuevo Laredo, ya que, con las puras uñas, arriesgando sus propias vidas, rescataron de las embravecidas aguas del río, varias cajas trailers que por un imperdonable descuido, nuestros “primos” de la vecina ciudad, dejaron como al desgaire en un estacionamiento cercano a la ribera del caudaloso afluente que semejaba un dinosaurio a punto de incorporarse, resulta que dentro de la alerta máxima implementada por nuestras autoridades, de pronto, de la nada, aparecieron estos armatostes de gran envergadura y no es por soflamero, pero todo apuntaba a convertirse de una pintoresca anécdota a una catástrofe mayor, porque si dichos contenedores hubieran topado con la estructura del puente Uno podrían haber causado una especie de barricada que san Apapucio El Grande guarde l’hora, a veces, un accidente de esa naturaleza, impropia de mentes avezadas como las de los gringos que se sienten rambos, puede desembocar en una espeluznante perturbación ciudadana.
Con el control en mano me puse a revisar los canales de la tele para monitorear la crecida del río, yo tengo el hipercable, que para mi gusto, pero sobre todo para mi raquítica economía, es la mejor opción de tener hartos programas a mi disposición por un pago chiquito, y en el 19 se puede observar el movimiento vehicular del puente, además de escuchar Estéreo 91, pues ahí el locutor de las dos de la tarde, perdón pero no recuerdo su nombre, se enlazó con mi amigo Marco Rodríguez para que le informara acerca de la presencia de la comitiva del gobernador Eugenio Hernández Flores, y pude ver, entre otros pequeños detalles, que nuestros mexicanitos andaban atornillando los barandales del puente, ya se sabe como son, entre vernáculos y chistosos, ataviados de civiles con sus garritas de todos los días con sus herramientas rústicas, en cambio, los empleados gabachos bien uniformaditos parecían ejecutivos de una agencia aduanal, con taladros de esos bien acá, eléctricos y toda la cosa, en fin, que se nota el dinero de los gringos, y pues los nuestros lo hicieron como Dios les dio a entender, lo malo es que así están la mayoría de las dependencias al servicio de la comunidad, pero no quiero tocar ese tema, porque entonces tendría que dedicarme a despotricar contra los encargados de proveerlos de equipo profesional, y pues, la verdad administraciones van y vienen y todo sigue igual como hace 50 años, en fin, lo que les decía, queridos lectores, que gracias a Jehová de los Ejércitos la contingencia de la avenida de agua propiciada por el desfogue de las presas, de los arroyos, de las acequias y demás cauces pluviales, contó con la permanente vigilancia de los dizque expertos, pero si aquí no pasó a mayores, en ciudad Anáhuac, Nuevo León literalmente el agua les llegó hasta el cuello, lo que bien se pudo haber evitado, digan lo que digan estos que no son hijos de su mamá sino de otra señora, porque pudieron haber hecho esto mismo, pero con dos semanas de anticipación, pero la impericia, el chompirismo, la ineptitud y la corrupción los inmovilizó a tal grado que ya para cuando acordaron el aluvión se les vino encima como una cubetada de agua fría, claro que muerto el niño quisieron hacer su faramalla de funcionarios cautos ante los reflectores nacionales e internacionales puestos sobre sus sexenales chompas, pero no les salió del todo bien, ya que hasta un niño de primaria se dio cuenta de los flagrantes errores de cálculo en tiempo y en forma, a mi me gustaría que alguno de mis compañeros periodistas se dieran a la tarea de rascarle un poquito a ver si lo que yo digo es verdad, naturalmente que es nada más para comprobar lo que todos, con certeza, ya sabemos, que estamos en manos de gente sin escrúpulos, que nada saben de lo que presumen y lo peor de todo, que no se ponen la mano en el corazón para evitar a toda costa los sobresaltos nocturnos, las contracciones peristálticas, y, como decía mi tía Sacramento, el Jesús en la boca de tanta gente que lo perdió todo. Oremos.

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