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lunes, 19 de marzo de 2012

Pbro. Juan Manuel Aguilar


Nunca imaginé que llegaría a cumplir tantos años de ejercer el oficio de escribidor, naturalmente, que no siempre he sido tan buen redactor como diariamente les presumo, y fíjense, queridos lectores, qué cosa tan rara me ha ocurrido, ya que, en realidad, aunque en el fondo de mi corazón tamaulipeco, toda la vida he considerado a El Diario, fundado por Don Ruperto Villarreal Montemayor, como mi Alma Máter, en donde realmente me inicié, fue en el efímero periódico El Águila, conste, que yo era tan ingenuo, que en esa convulsionada época de mi vida, di en pensar, que esos torvos señores que cuidaban las puertas del edificio, eran los veladores del negocio, y no, nunca fue así, pero de ese tema prefiero no hablar por el momento, y para cerrar esa tenebrosa etapa de mi vida profesional, les compartiré, asiduos fans, nomás por la excesiva confianza que me inspiran, que tengo dos novelas escritas, una de ellas, por sugerencia del doctorado tres veces Mauricio González de la Garza, quien me regaló el dinero para comprar una moderna maquinita de escribir, y en esa pila de papeles, narro todo lo que observé con ojos de reportero incipiente, fue el talentoso veracruzano Daniel Rosas Melgarejo, mi amigo de antes y de siempre, quien por una orden cariñosa de nuestro inolvidable mentor, corrigió las páginas capitulares de la novela, no digo, no, que sea un obra literaria de gran envergadura, la verdad, es que, hay pasajes tan nauseabundos, que, a la distancia, hasta el día de hoy, varios personajes me siguen provocando náuseas, algún día, si Dios me presta vida y salud, la publicaré a retazos, como se hacía antes, por entregas cotidianas, por supuesto, que los nombres de los involucrados se han cambiado para proteger a los inocentes, aunque en realidad, esa novelita es de puros villanos cabrones, y los hechos ahí narrados son tan sabidos por todo el globero pueblo, que los protagonistas, aunque vayan por la vida fingiendo demencia, y simulen decencia, en los hechos, son farsantes e impostores, en la parte complementario de la presente columna, quiero agradecer cumplidamente al Pbro. Juan Manuel Aguilar, su generoso regalo, le suplico me perdone por la tardanza del acuse de recibo, y es que, estimado Padre, no soy visitante frecuente de las oficinas de Líder Informativo, así que, el ejemplar del libro El Verdadero Rostro del Cardenal  de Juan Manuel Reyes Brambila acaba de llegar a mis manos, lo leeré con verdadera fruición, pero tengo que responder a su atenta misiva, en la cual me hace ver lo siguiente: “Te regalo este libro  para que lo leas y conozcas al Cardenal, no por su cara o “caras” que tu le pongas, sino por sus pensamientos, que es lo que nos diferencia de los animales”, usted, que conoce mejor que yo, las Sagradas Escrituras, sabrá que, en Lucas 18, 9-14, Jesús El Buen Maestro en esta parábola del fariseo y el publicano, se refiere a los que sintiéndose buenos, desprecian a los demás, entiendo que don Juan Sandoval Iñiguez es un hombre santo, pero después del… “Amaras al Señor tu Dios por sobre todas las cosas” uno de los mandamientos obligados a acatar al pie de la letra, es: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”, y el príncipe purpurado, en sus dichos, considera que los homosexuales no son dignos de incluirse en este rubro, Jesucristo, no sólo confirmó los Diez Mandamientos, sino que además, los perfeccionó con su palabra y con su ejemplo, nunca he dudado de la bondad de don Juan, se le nota el carisma espiritual que irradia, pero no puedo compartir el juicio infame que hace de los homosexuales, y créame don Juan Manuel, que rezo el rosario todos los días, y aunque, me ha costado mucho trabajo, dejar de criticar y enjuiciar a mis hermanos en Cristo, poco a poco, he ido atemperando mi carácter, al Cardenal Sandoval Iñiguez, le respeto la autoridad que su dignidad le confiere, pero sí, ya de por sí, los homosexuales son anatemizados en nuestra sociedad, que lo diga un Apóstol de tal jerarquía es como azuzar a los perros en su contra. Oremos. 

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