Nunca imaginé que llegaría a cumplir tantos años de ejercer
el oficio de escribidor, naturalmente, que no siempre he sido tan buen redactor
como diariamente les presumo, y fíjense, queridos lectores, qué cosa tan rara
me ha ocurrido, ya que, en realidad, aunque en el fondo de mi corazón
tamaulipeco, toda la vida he considerado a El Diario, fundado por Don Ruperto
Villarreal Montemayor, como mi Alma Máter, en donde realmente me inicié, fue en
el efímero periódico El Águila, conste, que yo era tan ingenuo, que en esa
convulsionada época de mi vida, di en pensar, que esos torvos señores que
cuidaban las puertas del edificio, eran los veladores del negocio, y no, nunca
fue así, pero de ese tema prefiero no hablar por el momento, y para cerrar esa
tenebrosa etapa de mi vida profesional, les compartiré, asiduos fans, nomás por
la excesiva confianza que me inspiran, que tengo dos novelas escritas, una de
ellas, por sugerencia del doctorado tres veces Mauricio González de la Garza,
quien me regaló el dinero para comprar una moderna maquinita de escribir, y en
esa pila de papeles, narro todo lo que observé con ojos de reportero incipiente,
fue el talentoso veracruzano Daniel Rosas Melgarejo, mi amigo de antes y de
siempre, quien por una orden cariñosa de nuestro inolvidable mentor, corrigió
las páginas capitulares de la novela, no digo, no, que sea un obra literaria de
gran envergadura, la verdad, es que, hay pasajes tan nauseabundos, que, a la
distancia, hasta el día de hoy, varios personajes me siguen provocando náuseas,
algún día, si Dios me presta vida y salud, la publicaré a retazos, como se
hacía antes, por entregas cotidianas, por supuesto, que los nombres de los
involucrados se han cambiado para proteger a los inocentes, aunque en realidad,
esa novelita es de puros villanos cabrones, y los hechos ahí narrados son tan
sabidos por todo el globero pueblo, que los protagonistas, aunque vayan por la
vida fingiendo demencia, y simulen decencia, en los hechos, son farsantes e impostores,
en la parte complementario de la presente columna, quiero agradecer cumplidamente
al Pbro. Juan Manuel Aguilar, su generoso regalo, le suplico me perdone por la
tardanza del acuse de recibo, y es que, estimado Padre, no soy visitante
frecuente de las oficinas de Líder Informativo, así que, el ejemplar del libro El Verdadero Rostro del Cardenal de Juan Manuel Reyes Brambila acaba de llegar
a mis manos, lo leeré con verdadera fruición, pero tengo que responder a su
atenta misiva, en la cual me hace ver lo siguiente: “Te regalo este libro para que lo leas y conozcas al Cardenal, no
por su cara o “caras” que tu le pongas, sino por sus pensamientos, que es lo
que nos diferencia de los animales”, usted, que conoce mejor que yo, las
Sagradas Escrituras, sabrá que, en Lucas 18, 9-14, Jesús El Buen Maestro en
esta parábola del fariseo y el publicano, se refiere a los que sintiéndose
buenos, desprecian a los demás, entiendo que don Juan Sandoval Iñiguez es un
hombre santo, pero después del… “Amaras al Señor tu Dios por sobre todas las
cosas” uno de los mandamientos obligados a acatar al pie de la letra, es: “Amarás
a tu prójimo como a ti mismo”, y el príncipe purpurado, en sus dichos,
considera que los homosexuales no son dignos de incluirse en este rubro,
Jesucristo, no sólo confirmó los Diez Mandamientos, sino que además, los
perfeccionó con su palabra y con su ejemplo, nunca he dudado de la bondad de
don Juan, se le nota el carisma espiritual que irradia, pero no puedo compartir
el juicio infame que hace de los homosexuales, y créame don Juan Manuel, que
rezo el rosario todos los días, y aunque, me ha costado mucho trabajo, dejar de
criticar y enjuiciar a mis hermanos en Cristo, poco a poco, he ido atemperando
mi carácter, al Cardenal Sandoval Iñiguez, le respeto la autoridad que su
dignidad le confiere, pero sí, ya de por sí, los homosexuales son anatemizados
en nuestra sociedad, que lo diga un Apóstol de tal jerarquía es como azuzar a
los perros en su contra. Oremos.
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