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jueves, 15 de marzo de 2012

Los poderosos y los brujos

Desde tiempos inmemoriales, los hombres poderosos han recurrido a los hechiceros y adivinos, conste que no me refiero a los alcaldes de pueblos pedorros, sino a los verdaderos jefes de estado, o como se decía antes, muy antes… “señores de horca y cuchillo con derecho de pernada”, es decir, dueños de vidas y haciendas, esos que siempre están dispuestos a vender su alma al diablo con tal de conseguir sus aviesos propósitos, la realidad, es que, nadie ha regresado del más allá para instalarse en el más acá, y decirnos, a los míseros mortales, si, efectivamente, existe el infierno de llamaradas eternas, supongo, que, ante la duda, todos los empoderados, habrán de preferir correr el improbable riesgo de caer devorados por las lenguas de fuego, me vienen a la mente, dos mexicanos; uno de ellos, según nuestra historia, un mártir, y el otro, un tirano, ambos norteños; uno de Coahuila y el otro de Sonora, Francisco I. Madero, era aficionado a las sesiones espiritistas, de hecho, el santón de la democracia, escribió un perturbador libro: “La Sucesión Presidencial” alienado por el hermano José, uno de esos líderes sectarios manipuladores que en aras de cumplir lo escrito en el destino, convenció de que no podía escapar de su misión salvadora, al iluminado hacendado, que, además, no era cualquier hijo de vecino, sino un rico integrante de una porfiriana familia, dicen, los que saben, que Panchito Madero era un buen hombre, que su frágil apariencia semejaba a una oveja que iba directo al matadero, el otro, respondía al nombre de Plutarco Elías Calles, al que le llamaban El Jefe Máximo, éste tenía el tipo de un dictador cruel y despótico, después de haber sido el dueño de México, territorio del que se apoderó a base de terror e imposiciones políticas, se alejó al exilio en san Diego, pero ya que regresó, como para pedir buenos augurios a los espíritus, los invocaba en concurridas sesiones en la famosa casona de Tlalplan, acompañado de amigos y de un gurú que era el encargado de servir como médium, después de haber sido mata curas, ya que, en su maximato los persiguió en la llamada Guerra Cristera, se convirtió al catolicismo, o al menos, eso es lo que se dice, se rumora y se comenta, que un jesuita logró que de haber sido un Judas Izcariote, se transformara casi en un san Plutarco de Asís, o tal vez se volvió loco, de tanto que ambicionaba volver a sentarse en la silla calientita de la presidencia de México, no lo sé de cierto, ustedes creen, queridos lectores, que será tan adictivo el poder absoluto que estos mandamases se mueran pensando que regresarán a ser lo que un día fueron, supongo que actualmente habrá dos o tres potentados políticos mexicanos o latinoamericanos que se han de proteger con brujos y que cada decisión importante o no tanto, lo consultan con sus videntes de cabecera para no errar el tiro, a mí, el que se me hace que si lo hace, es el venezolano Hugo Chávez, que tiene más vidas que un gato, porque nadie se salvaría de un cáncer, a menos de que se atienda en Houston en donde lo curan todo, pero este dictador que no puede ver a los gringos ni en pintura, seguramente no ha ido al paraíso de los sanos, y no porque no haya tenido ganas, que no se vería nada bien que acudiera a Estados Unidos para atenderse su padecimiento, si el discípulo amado de Fidel, odia a los gringos y su imperialismo yanqui, les digo algo, considero que Castro, estando como está, un insepulto desagradable, no es así como un devoto de la santería, o si lo es, se ha vuelto inocuo el poder que lo protegía, porque no es lo mismo ser dios en un edén lleno de riquezas, que dictador de un pueblo hambriento, triste y compungido, ellos, me refiero a los cubanos, que son una fiesta y cuando hablan las palmeras se contonean al ritmo de su voz, son supervivientes admirables de la terquedad absurda del barbón que tiene que morirse pronto para que esa isla se levante a vivir en medio de la esperanza de volver a ser felices de nuevo y para siempre

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