Leila Lopes la Miss Universo angoleña ya empezó a tener
broncas alrededor del mundo, y es que, su radiante hermosura, ha provocado
envidia entre las demás concursantes, que para lograr su objetivo de belleza,
han tenido que operarse hasta el occipucio, y no que a mí me conste, pero a la
despampanante negra de 25 años, se le nota que es naturalita de pies a cabeza,
porque ya entrada en gastos nada le costaba haberse transformado la nariz chata
en una respingadita, de esas que parecen que acaban de oler caca, al fin y al
cabo, en dicho certamen se permiten todas las intervenciones por la mano del
hombre para corregir las fealdades, no quiero decir que no sea válido, si ya
hasta mi tía Tencha que es de la tercera edad se hizo un chiqui chiqui, claro
que le quedó la cara como de que la acaban de atropellar y no ha llegado la
Cruz Roja, siempre he considerado, que una mujer después de los 50, tiene que
dejarse las arrugas, porque luego, con tantas planchadas les va quedando la
cara de nalga, y no hay, al menos que yo sepa, cirujano plástico que sea capaz
de devolverles el brillo a los ojos, la lozanía al alma y las ansias de vivir
como a los veinte años, además, conste que no quiero ser cabrón con nadie, pero
hay unas que nunca fueron guapas, y con los dizque arreglos, quedan más
horrendas que antes, no culpo a los médicos, que ellos están en todo su derecho
de ganar dinero gracias a sus conocimientos, pero bueno, cada quien hace con su
carita un esperpento, total, que tampoco se trata de anatemizar a nadie, y hay
que respetar a las prófugas del asilo Vida y Esperanza que todavía se sienten con
ganas de andar luciendo su palmito trepadas en tacones de 15 centímetros,
aunque a su regreso a la realidad, en la secreta intimidad de su solitaria
alcoba, no puedan ni sentarse en la taza de baño de tan jodidas que quedan
después del bailongo, que lo hagan y lo sigan haciendo, finalmente a sus
maridos barrigones no les importa que saquen juventud del quirófano, si ni
siquiera las voltean a ver, y cuando las miran es para reírse a carcajadas, ya
que, mientras ellas, supuestamente andan echando tiros y a todo lo que da el
ropero, sus viejos se entretienen con alguna pirujilla de 18 años o pisteando
con sus compadres en el Campestre, pero ese no era el tema de esta columna,
sino en referencia a la Miss Universo, que como es natural, ya le sacaron los
trapitos al sol, ahora andan diciendo que hizo trampa para alzarse con el triunfo,
digo, quiero suponer que si se puede hacer chapuza, no habiendo una votación
pública y abierta, eso es precisamente lo que deberían de implementar en el
concurso, que los grandes electores de la ganadora sean los telespectadores y
no unos cuantos jueces pedorros, que dicho sea de paso, y sin afán de ofender a
nadie, qué chingaos tenía qué hacer un corredor de autos en el jurado
calificador, el dueño del certamen, el ya no tan millonario Donald Trump, nunca
va a aceptar que se vote a ojos vistos, francamente no creo que sea por el
negocio, que no creo le dé a ganar tanto dinero, sino simplemente porque se le
acaba su entretenimiento de andar en medio del bonche de muchachas bonitas, que
como quiera que sea, es un gustito que el viejo verde se quiere dar al final de
sus días, este es peor que el otro sátiro lagartón de Hugh Hefner, que ya no da
placer ni con el dedo gordo, pero todavía se le calienta el desbielado motor,
en fin, digan lo que digan los demás, la Miss Universo 2011 es preciosa con su
1.85 de estatura, su piel como de tortilla quemada al asador, en cuyos rasgos africanos
se despliega una sonrisa como se pone el sol al poniente del globero pueblo, Leila
Lopes es una negra deslumbrante, que, como dice, el grandioso poeta mexicano José
Emilio Pacheco… “Abre su cuerpo al sol que en lluvia de fuego la llena de luz”.
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