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lunes, 19 de septiembre de 2011

Al tambo el policía ladrón.


A lo mejor ya ni se acuerdan de lo que le ocurrió al poeta chiapaneco Efraín Bartolomé, bueno, pues, para refrescarles la memoria, asiduos fans, les haré una síntesis de aquel día tan singular, resulta que, en un operativo del comando Swat a La Mexicana del tres veces heroico cuerpo de policía del D. F a cargo de Miguel Ángel Mancera, le allanaron la casa al laureado vate, quesque andaban en busca de un peligroso hampón que asolaba a los lugareños, total, para no hacerles largo el cuento, que uno de esos ladrones con placa, en la trifulca que se armó al interior del hogar, le birló dos o tres cosillas, entre esas minucias, iba el reloj que tampoco es tan caro, pero no es lo que cueste, sino el abuso, bueno, pues el policía ministerial, según informes de la gloriosa corporación, ya ha sido consignado al reclusorio norte como una muestra de que la autoridad competente no se anda por las ramas cuando se trata de impartir justicia aunque sean de su misma calaña, faltaba más, faltaba menos, no creo, la verdad, que le vayan a dar cadena perpetua, tampoco es para tanto, además, eso de catear casas sin orden escrita por un juez, es de todos los días, y estos cabrones rateros de la perjudicial, cargan hasta con los cotorritos de amor y con el molcajete, ya se sabe, que estos siempre andan hambreados, y como dice el dicho, en casa cateada ganancia de malandrines, espero que también le paguen la puerta que rompieron al forzarla para entrar a su sacrosanto hogar, porque luego, el gobierno se hace de la vista gorda con los daños colaterales en su lucha contra los malosos, Bartolomé nació en Ocosingo, Chiapas en 1950, ha recibido importantes premios literarios entre los que  se cuentan  el Premio Nacional de Poesía Aguascalientes  en 1984, el Premio Nacional de Literatura Gilberto Owen en 1993 y el Premio Internacional de Poesía Jaime Sabines en 1996, lo raro es que, a los incultos policías no se les haya ocurrido llevarse los tomos gordos de la enciclopedia británica que esos librotes son más caros que un mugre reloj, a menos de que sea Rolex de a de veras, en fin, de lo perdido lo que aparezca, enseguida les transcribiré un poema del famoso poeta chiapaneco, que dicho sea de paso, es uno de mis favoritos, porque es un empedernido cartógrafo literario del cuerpo de la mujer, a la que describe con meticulosidad de cirujano; disecciona cada aroma, cada pétalo de piel y los ofrece en un archipiélago de palabras.
“Pero yaces ahí un poco más allá de mi piel y no te veo: me tocan con ligero aletear tus movimientos. Sé de tus labios blandos. Sé del pensar solemne de tu respiración y de la tibia caricia solar bajo tus dedos. Estoy aquí y no sé dónde comienza el frío. No sé si viene de los tejados negros. Si nace de la luz bajo la puerta o de la claridad que la ventana no detiene. No sé si existe en realidad la música o son ciertas las voces que recorren la calle Pero todo está ahí: la niebla gris vagando por San Diego por la Isla y la Almolonga por el Arco del Carmen oscuramente antigua. Pero tú estás aquí tan cerca de estos labios de pronto enmudecidos. Y te amo. Amo el escándalo oscuro de tu cabello. La desolación pensativa de tu frente. Viajo despacio por tu rostro. Vago por tus labios. Voy por la plenitud fértil de tu cuello. Amo tu carne que alimenta mis brazos. Tus muslos por donde mi deseo navega la forma hundida de tu piel bajo el vagabundear abandonado de mis dedos. (Qué más deseo entonces. Por qué no estoy tranquilo. Qué torpe eternidad estoy buscando). Regreso. Estoy de nuevo errando por tu rostro. En cada retirada de las sombras. En los milímetros que el sol recorre borrando la penumbra. Afuera la niebla se deshace en los brazos del día. Bajo el balcón crece la sombra indígena que vende. Surgen voces más claras. Ruidos. Rumor del vecindario que despierta. Te vas entonces con la niebla. Desapareces por la hilera de cerros que bajan a Palenque. Hacia los grandes ríos. Hacia la lejanía entrañable de las imágenes. 

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