miércoles, 20 de julio de 2011
Mi ahijada Rosa Guadalupe
La noche del domingo estuve en casa de Gerardo Leos Alonso y su esposa Amabely Vázquez de Leos, quienes han tenido la bendita idea de invitarme para llevar ante la pila bautismal a su preciosa hija nacida el mes de Mayo de este año y que habrá de llevar por nombre Rosa Guadalupe, apelativo que me ha parecido un gran acierto por parte de mis futuros compadres, ya que, me parece una naquería de la peor calaña, que estando en México, y siendo ejemplares nativos de estas tierras, algunos paisanos, sintiéndose extranjeros, les ponen a sus hijos nombres tales como Michelle, Christopher o Elizabeth, que no es que sean feos, pero en lenguas ajenas a nuestra idiosincrasia nacional suenan a mentada de madre, porque Michelle supongo que es Miguel, Christopher es Cristóbal y Elizabeth es Isabel, así que lo correcto sería que los castellanizaran, y lo peor no es que no sólo se atreven a usarlos en su lengua original, sino que además se apellidan Pérez, García o Ramos, por eso le agradecí a mi querida amiga Amabely, que se erigiera en defensora de nuestro santoral católico con el eufónico patronímico de Rosa Guadalupe, ustedes, que me conocen a la perfección, bien lo saben, queridos lectores, no soy ejemplo de nada, de hecho, mi vida no ha sido precisamente un íntegro catálogo de bondades, he sido villano a donde quiera que he ido con la digna representación de mi oriundez norteña, por supuesto que me ha ayudado el ineludible carisma con el cual nací, por esa razón me siento muy honrado que mis amigos me hayan considerado el candidato idóneo para el padrinazgo de su linda retoñita que tuve el privilegio de conocer el fin de semana anterior, y lo mejor de la ocasión, fue que asaron cabrito a la vuelta y vuelta, es decir, a la griega, que dicho sea de paso, a Gerardo le quedó deshaciéndose, confieso que, nunca había visto como se aliñaba un animalito de leche de esa naturaleza para que se cociera en sus propios jugos, así que, de pasadita, aprendí la técnica ancestral, por cierto, que mi futuro compadre El Tiroloco, me invitó unas cervezas bien frías con las que brindamos por la dicha de su hija, la razón del convite fue el cumpleaños de mi sobrina Dana, a la que conocí desde su nacimiento, lo raro de nuestra amistad, no es el cúmulo de afecto que nos prodigamos, sino la brecha generacional que nos separa, ya que, pronto llegaré a una edad en la que tendré que ponerme pañal desechable y ellos, son groseramente jóvenes, supongo que me ha ayudado mi espíritu jovial y mi bonhomía, porque de otra manera no podría explicarme que me aprecien como lo hacen, en fin, que mi ahijada Rosa Guadalupe ha nacido con buena estrella, en un hogar feliz de un matrimonio bien avenido, aunque siempre anden en la disputa de que mi compadre Gerardo quiere irse a vivir a su terruño natal San Pedro de las Colonias, Coahuila al lado de su gente y en su rancho en donde tienen una cuenca lechera, aunque según dichos de su mamá, ya no es lo mismo que antes, porque la sequia ha hecho mella en todos los rebaños de chivas, y ahora la producción de leche la venden a precio irrisorio a los negreros de Lala, antes de finalizar esta columna, quiero agradecerles a mis estimados amigos Gerardo y Amabely todas sus atenciones, pero sobre todo, su cariño y la generosa amistad que me han dispensando desde que nos conocimos. Dios le dé larga vida con buena salud entre nosotros a mí hermosa ahijada Rosa Guadalupe. Así sea y así será.
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