La belleza está en los ojos de quien la mira, por ejemplo, a mi tío Melitón le gustaban las gorditas, porque decía que le daban dos placeres; uno cuando se subían y otro cuando se bajaban, lo que nunca entendí era el placer que le proporcionaban cuando se bajaban, también es cierto que yo era un huerco cuando lo platicaba mi pariente, que dicho sea de paso era muy ocurrente, tanto así, que nos entretenía más, que cualquiera de los cómicos que aparecen en la tele, y es que, es verdad, eso que dicen los entendidos en los cánones de la hermosura, que en gustos se rompen géneros, hay hombres a los que les gustan las flaquitas, a otros, las morenas, o las caderonas, o las que usan brasieres copa C talla 58, a otros con chichis de pellizco, en fin, a lo que voy, es a que, no existe en el mundo, una mujer más bella que otra, casi siempre, el amor maquilla las imperfecciones y convierte a cualquier fea en una beldad digna de una escultura, de un poema o de una canción.
Yo he conocido mujeres muy bellas, de hecho, una que otra me ha deslumbrado, hay veces que no es que sean tan apabullantes, sino que, en un todo armonioso con su figura, facciones, vestuario, modo de estar y educación, resultan un portento de belleza, porque hay muchas mujeres que son hermosísimas, pero abren la boca nada más para demostrar que tienen la cabeza llena de páginas de Vanity Fair o de chismes de la revista Hola, ese hibrido periodístico en el que se publican las noticias escandalosas de la sociedad o las fotos de personas y personajes que viven en la vaciedad de sus frívolas existencias, no digo, no, que no sean bellas, nada más que si la naturaleza las dotó de dones físicos especiales, pues, mínimo, que sepan la O por lo redondo y la S por lo ondulado.
En mi barrio, que ya lo he repetido tantas veces, así que, supongo, que no tengo porque recordarles que mis correderos son en la colonia Hidalgo, habitaba mi abuela Elena Castañeda, que según díceres de los viejos, era una de las señoras más bellas de la comarca, la verdad es que, era una mujer sencilla, esposa de don Pancho Alonso Valdivia, quien se la robó de un internado católico en Saltillo, y mi abuelo militar, no era precisamente un adonis ni mucho menos, más bien era chato, con un gran porcentaje de sangre negra haitiana corriendo por sus venas, así que, ya se lo pueden imaginar, queridos lectores, mamá no era tan bella como mi abuela, ya que la mezcla de las sangres, le dieron un toque afroantillano a sus facciones, era una mulata preciosa, pero no heredó las aristocráticas facciones de su mamá, esos genes retoñaron en mi hermana Rocío, que es muy guapa, tiene naricita respingada, ojos grandes como platos, aunque le faltó estatura, ya que no levanta los 1.60 del suelo, en realidad, todas las mujeres de mi familia, cada una en su tipo, tiene una belleza singular y prestancia norteña, conste que no lo digo porque me ciegue el amor que siento por ellas, si fueran feas como algunas gordas políticas que andan por ahí dando sustos a los pobrecitos electores, yo se los diría, asiduos fans, si tampoco, soy mentiroso, soy medio soflamero, pero nunca oculto la verdad aunque sea dolorosa o me atraiga críticas acerbas, en fin, que con eso del divorcio de la nalgona de la Jeniffer López y del salsero Marc Anthony, me estoy congratulando que por fin vuelvan otra vez las cosas a su sitio adecuado, porque a poco no les da chingos de coraje, que ese horrendo flaco se la hubiera estado almorzando por varios años, al parecer se están separando por culpa de William Levy, el cubano que es una gran estrella de las telenovelas mexicanas y con quien la puertorriqueña grabó un video de una de sus canciones, a eso, precisamente me refiero con lo de la belleza está en los ojos de quien la mira, un feo con una preciosa, pero de este y de otros asuntos me ocuparé en las columnas de esta semana.
martes, 19 de julio de 2011
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