Antes, hace muchos años, las mujeres de una dinastía, eran el orgullo de todos sus miembros, ya que esa anchura espiritual, como en círculos excéntricos, irradiaba bienestar económico para el papá, la mamá, los abuelos, hermanos, tíos, primos, sobrinos y demás familiares, pero solamente, si por azares del destino, la interfecta en cuestión, lograba alcanzar con éxito la única meta final en su vida, que era obtener un buen candidato para el matrimonio, así que, virgen, pura y casi mártir, llegaba al altar del brazo de su príncipe azul, aunque éste fuera un bodrio esperpentoso con evidente pánico nocturno de tener que realizar las inevitables cabriolas maritales propias de su sexo.
De esas historias hay muchas en el pueblo, pero ahora me referiré, a una en especial, que siempre ha llamado poderosamente mi atención, se trata de una preciosísima mujer, tan bella que asombra su perfección de rasgos helénicos, y es contemporánea, es decir, de estos tiempos que corren, pues ella casose con un hombre con cara de gorila, cuerpo de enanito torero, manitas de mapache cursiento y cabeza de perico huasteco, en resumen, más horrendo que un carro por debajo. Digo, no tiene nada de malo haber nacido feo, pero tampoco te otorga ninguna ventaja.
Naturalmente que estuve presente en esa boda y no es por nada, pero ella se veía como una auténtica reina, no es por exagerar, pero era tal su radiante hermosura que al caminar por la nave central de la Catedral, parecía que flotaba como un ángel, pero como nunca falta el prietito enano en el arroz, a alguien tenía que habérsele ocurrido invitar al novio para darle un toque nauseabundo a la ceremonia, aunque antes no se usaba, si yo hubiera sido el “wedding planner” mi mejor consejo habría sido que pusieran un doble que reemplazara al feto con patas en los eventos públicos, sobre todo en la iglesia que debe ser todo tan de buen gusto, etéreo y harto espiritual.
En fin, como quiera y todo se casaron, pero él, además de horrendo, con el tiempo de convivencia, le resultó tacaño y cuenta chiles, así que el dulce amor de la hermosa joven le duró poco tiempo, aunque si tuvo dos que tres hijos con él, por suerte, casi todos se parecen a ella o a uno de los hermanos del mostro que ése si estaba más o menos guapo, pero al final, como toda buena historia de amor por conveniencia, ella se cansó de esperar las joyas, las pieles, y los viajes alrededor del mundo, claro que como quiera le sacó una casita para su mamá, otros tejabancitos en la Infonavit para sus hermanos y cositas chiquitas para los demás familiares.
Al divorciarse del feo hombre, también se divorció de toda la familia que es como un muéganote mal hecho, pero a ella, como buen ángel hermoso que es, la ayudó un hada madrina, o sea una amiga-comadre que fue lo único bueno que sacó de su fallido matrimonio, primero, para salir de su depresión después de haber padecido al lado de su hórrido marido, y luego para conseguir un novio que fue el que finalmente la ha hecho tan dichosa y es el que la adora de rodillas, claro que no es el millonario que la susodicha esperaba pero tampoco la tiene viviendo en una casucha, porque como quiera que sea, tiene buen empleo y sin darle la vida que por su espectacular belleza se merece, ella está súper contenta de haberse librado del cara de perro atropellado y tener a su lado a un príncipe sin título ni mucho dinero, pero que ha logrado hacerla feliz.
Ahora, a ella se la puede admirar en los eventos grandes del pueblo, sin la corona que le corresponde, pero con una radiante sonrisa que de tan linda, a uno se le hace la noche por ver que la oscura etapa de conveniente amor quedó atrás y ahora disfruta de una serena historia de tierno amor que la ha reivindicado ante los ojos de todos los que siempre la consideraron como una trepadora social que sin embargo pagó cara su desmedida ambición.
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