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viernes, 17 de octubre de 2008

El Fabiruchazo del Pueblo

Yo no soy quien para juzgar a nadie, pero díganme ustedes queridos lectores, si no es un absurdo que alguien, cualquiera que sea, se niegue a revelar ante las autoridades competentes, la identidad del criminal que lo masacró a golpes, y por poco lo asesina, quesque porque es el gran amor de su vida. Y yo digo que por poco, por muy poquito, era también el amor de su muerte. Ya parece título de telenovela de Juan Osorio pero a veces, la realidad supera a la ficción.
Si de que los hay, los hay, el chiste es dar con ellos. Cada vez que me entero de casos así, entiendo mejor el realismo mágico latinoamericano, porque sólo un enfermo mental puede convenir en que se lo madreen a ese grado, y luego, tranquilamente, desde la cama de hospital, atendido por las espantadas monjas que cada día se quedan más solas en su obsoleto sanatorio, declare a propios, extraños y morbosos, que sufrió un asalto en el centro de la ciudad, mientras iba por el pan.
Claro que nadie le creyó, pero una de sus comadres que es una de esas cómplices de oreja que le dan por su lado a la gente para hacer tenebra y luego divulgar el chisme, le comentó al compadre de un amigo muy amigo mío, que la persona afectada le confió que fue su canchanchán el que se lo madrió, sólo porque le cobró celos con un muchachillo que lo visitaba en su casa para resanarle las paredes del estómago (jeje) digo, de su casa, y que previo a la maraquiza, hubo una serie de comentarios que le disgustaron al susodicho que por lo visto, es más celoso que un moro, o sea que el resucitado, lo estuvo cocoreando como para saber el tamaño del amor que le tenía.
Dicen que ese joven señor tiene mucho tiempo visitándolo en su casa, incluso en su hogar familiar, que mínimo se conocen desde hace 20 años, pero que como es una gente de toda su confianza, honesto a carta cabal y como de ese tipo de personas ya no hay muchas, pues casi tiene derecho de picaporte para entrar y salir a la hora que se le hinchen las ganas al interfecto, así que no había ningún motivo para que su “marido” pareja o pioresnada, montara en cólera, -y eso que el caballo ni quería-.
Para tratar de entender el evento local, he iniciado una serie de investigaciones con sicólogos y siquiatras paisanos, pero también con la bibliografía adecuada de científicos estudiosos del tema y Shurnik, uno de los autores que más se interesó en el tema, señala que la forma de identificación inconsciente de la víctima con su agresor se produce al asumir la participación –hasta responsable- de la injuria de que es objeto, adoptando actitudes que no llega a internalizar ni asumir el mecanismo de identificación que se está operando.
Este hecho tan deleznable como paradójico no es inédito, ya que hace muchos pero muchos años, una mujer que después se supo, había estado de acuerdo con el novio para ejercer presión a sus padres para lograr su propósito de casarse con el amor de su vida -y también de bajada- pero como para curarse en salud, los escandalizados señores dieron parte a la policía, o sea que avisaron a las autoridades, no crean, queridos lectores, que repartieron a su hija entre el juez, el fiscal y sus achichincles, y éste bochornoso pero divertido caso está documentado en El Diario, que yo lo leí en uno de sus viejos prontuarios, previniéndolos que su hija había sido secuestrada por un malandrín y cuando los avezados investigadores pueblerinos, atraparon a la feliz pareja de enamorados, ella declaró a los asombrados reporteros, ante la pregunta soez pero necesaria para dilucidar el supuesto crimen sexual: “Si me violó –y entornando sus norteños ojos- pero con tiernas caricias y dulces palabras de amor” Si dicho pasaje hubiera sido en Suiza y no en Laredo, de seguro al síndrome del enamoramiento de la víctima hacia su raptor, no le hubieran denominado de “Estocolmo” sino de Este-bato en franca alusión a la historia que les acabo de narrar, y claro que si están inscritos los nombres de los inodados en este reportaje que está como para una película de Jolivud, la raza y varios más, pero tampoco soy tan perverso para incluirlos, aunque ellos ya están muertos, pero sus descendientes siguen vivos, no sé si aquí en Laredo, pero tampoco les voy a dar publicidad para que luego anden en los medios declarando que son los herederos de los derechos de autor y quieran cobrar regalías a este Ejecutor o a la casa editorial a la que orgullosamente pertenezco. Ya dije.

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