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viernes, 17 de octubre de 2008

De la Tos al Catarro

No sé si les había contado que con eso de los cambios bruscos del clima, enfermé de un simple resfriado, y luego, por un imperdonable descuido, se me complicó con síntomas de gripa, bueno para no hacerles el cuento largo, ya para cuando acordé, lo que se podía haber curado con dos mejorales, una friega de alcohol y unos chiquiadores de epazote, casi casi me lleva a la tumba con todo y mis tenis “Naiki”.
Estoy de acuerdo con ustedes, en que ya no me cuezo al segundo hervor, digo, pero tampoco soy prófugo de la credencial del Insen, además, hay otros viejitos más jodidos que yo, que le han tupido duro a la vida y siguen como si nada, bueno, tampoco me quejo, ni modo, ya me tocó ser blanco fácil de los “viruses” oportunistas, aunque por suerte, y eso que no soy hipocondríaco, mi agenda personal, parece la sección azul del directorio telefónico, ya que gracias a San Hipócrates del imss, mis amigos más entrañables, son médicos, pero lo más raro es que la mayoría son especialistas, y extrañamente, los mejores de cada área en el pueblo, por tanto, estuve muy bien cuidado, pero ya se sabe que esos padeceres provocados por las jaurías microscópicas, llámense como se llamen, no tienen palabra de honor para desalojar el organismo afectado por su indeseable visita.
Ahora estoy mejorcito, gracias a Dios, pero hubieron días en que no sabía ni de mi, sumido en la negrura de la nada, llegué a perder la conciencia, pero nunca el conocimiento, que por fortuna, siempre me acordé de todas mis lecturas, y nunca he agradecido tanto a los autores como ahora, porque aunque mi cuerpecito caraqueño estaba afiebrado, mi lúcida mente nunca se vio afectada.
Dicen que en la cama y en la cárcel se conocen a los amigos, pues he de confiarles queridos lectores, que puedo enumerar sobre una lista interminable de seres apegados a mi corazón, que tengo mucha gente que me ama, de la cual yo mismo me asombro al determinar la cantidad, naturalmente que hay unos que me quieren más que otros, si eso de las ambivalentes empatías es más sabido que la tabla del uno y más viejo que la roña, porque aunque no tuviera en desventaja, para agenciarme cariños, lo caborón que soy, nadie, ni siquiera yo, que ya es mucho decir, es monedita de oro para caerle bien a todos.
Si fuera supersticioso y creyente en charlatanerías, habría entrado en suspicacias de que algún adolorido de mi extrema felicidad, ya se sabe, lo que dice San Agustín a ese respecto, que la envidia es el dolor por el bien ajeno, y que el envidioso no quiere lo que posees, sino simplemente que tú no lo tengas, me hubiera echado polvos de “yo puedo más que tú”, agua espiritual de San Ignacio para alejar a los indeseables o como a los gatos, sin darme cuenta, me hubiera embarrado manteca de puerco en mis zapatos Prada, para que no reconociera el camino de regreso a mi Casa Editorial y es que en el momento que se percataron de que ya iba a volver a escribir todos los días para este Líder Informativo, los focos rojos de la indignación y los destellantes amarillos de las alertas de: “cuidado con este jijo de su re-pe-pin-cha-ma-co” porque volverá a las andadas para desgraciar las reputas situaciones, digo, las reputaciones de la gente decente del pueblo y para colmo, de seguro si ya regresó, le van a pagar más dinero, pero si es un “eggón” que se la pasa rascándose el ombligo con el único mérito de ser más guapo que otros, bueno la verdad es que eso de guapo, no creo que nadie lo haya dicho, pero tenía que ponerlo para levantar mi alicaído ánimo, y no es por cocorear a mis detractores, pero después de haber sobrevivido a tan grave enfermedad, les aseguro que me voy a morir tres días antes de que me dé mi chinflada gana, aunque la verdad no creo que en la cama ni rodeado de los míos, sino en un yate surcando los mares de las islas griegas allá de donde son oriundos los Sócrates, los Platones, los Pericles y los Heráclitos.
Por cierto special thanks a quien me dijo: “nosotros no queremos que te vayas” y ahora le contesto, yo tampoco quiero irme, lo malo es que ahora, aunque quieran, ya no me van a poder correr ni con “la polecía”. I promise.

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