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martes, 16 de septiembre de 2008

Nuestro encuentro

Desde temprano empecé el ritual que antecede a mi salida triunfal hacia el exterior de mi casa, mi familia ya lo sabe, cuando me ven embarrado de todo, con cara de: “nadie se me atraviese porque estoy ocupado” hasta los perros se esconden debajo de la mesa.
Y estaba nervioso como adolescente de secundaria, por fin se develaría el secreto, y aunque las fotos dan una imagen cercana a la realidad, tengo que confesar que cuando me acerqué a tu carro cruzando el arrollo de la calle con mi camisota naranja a rayas y mi san Juditas como pectoral romano, nunca me imaginé que serías así, con tu mirada de alas negras y en tu labios brincando una sonrisa que salpicaba alegría por conocerme.
Lo curioso es que, a pesar de que nunca te había visto en persona, sentía que éramos viejos conocidos de años y casi al instante adquirí renovada confianza para acercarme a ti y platicar de todos los temas que ya habíamos abordado por radio, pero ahora era distinto, nada impersonal el trato, al contrario, ahí estábamos en el carro, codo a codo, ambos respirando el mismo aire y yo saboreando tu olor.
Te confieso que el tiempo se paralizó por algunas horas y la luna nueva como cicatriz luminosa acechaba a través del parabrisas; impaciente y temerosa de su imprudencia, pero ni tu ni yo nos dimos cuenta, ya que la atmósfera recargada de tu juventud, veló los vidrios para convertirlos en espejos opacos que nos protegió de los paparazis del cielo y de alguno que otro chismoso que disimulados murmuraban nuestro encuentro mientras tu me decías palabras tan cariñosas como: “tienes pies de enanito torero”-
Yo que soy tan elocuente, que puedo decir discursos sin prepararlos antes, se me congelaron las ideas y sólo acertaba a defenderme como podía de tus ataques a dos manos en mis cortas piernas, y eso ya me lo habías advertido casi desde que nos tropezamos como por accidente en ese chat en el que tuve tanta suerte y en el que recibí tantos piropos como nunca en mi larga vida, que ibas a “violarme” pero el deseo sólo se quedó en promesa.
Fueron varias horas juntos y mientras nosotros adentro; la vida afuera transcurría igual de monótona, no decíamos nada, al menos nada especial, y Oscar, no una ni dos, sino varias veces llamó a tu radio, aunque no lo parezca ni lo demuestre, como tú, yo también soy malviajado, y pensé que le habías pedido, como en el comercial, si me aburro, si está feo, si es un patán, mándame un peteté para salir corriendo a tu encuentro e irnos al antro, el amigo incondicional hizo su mejor trabajo, de eso no hay duda, como quisiera tener un cómplice como ése que siguió al pie de la letra el plan de la “huída”.
Un encuentro sorpresivo en una plaza de la mujer sin vigilancia extrema, ha sido el colofón de nuestro naciente cariño y brindamos para celebrar, tú con un vodka sky como cielo azul vertiginoso y yo con una cocacola Light, la despedida, antes de la tercera llamada de Oscar, fue un beso sabor a fresa como tú, dulce como tu mirada profunda y ansioso como el futuro que se tarda tanto en aparecerse entre los dos. Fernando Tovar a Martes Dos de septiembre en Nuevo Laredo, Tamaulipas.

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