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viernes, 5 de septiembre de 2008

Gabo Cobrón

No pido que lo fusilen, pero mínimo que cesen del cargo, que ostenta sin méritos evidentes, a quien se le ocurrió la brillante idea de imponer el nombre de Gabriel García Márquez a la restaurada Estación del Ferrocarril. Lo dije en mi anterior colaboración para este blog que también se publicará en la edición dominical del periódico Líder Informativo, esta afrenta ha sido una patada en medio del orgullo para la gente decente de nuestro solar fronterizo, ya que habiendo tantos personajes; unos vivos, y otros no tanto, que poseen suficientes méritos para otorgarles dicho homenaje, hayan traído desde Nueva York al petulante escritor colombiano.
No conformes con tan grave ofensa, esta infame turba de nocturnas aves –no lo digo yo, sino Góngora- que son muy generosos con el dinero ajeno, sustrajeron del erario, es decir, de nuestros recursos económicos, de los impuestos que desembolsamos ustedes y yo, una fuerte cantidad de dólares para pagarle su visita de una hora –con reloj en mano- al recinto que, en una fiesta “privada”, inauguraron la pasada noche del jueves cuatro de septiembre.
Lamento tener que informarle a nuestro carismático alcalde que con este evento se le fueron las patas, claro que él no tiene la culpa de nada si para eso delega comisiones, pero si hasta un ama de hogar sabe elegir a la empleada doméstica idónea para desempeñar las funciones que requiere la casa y sus moradores, digo, él, que se alquiló por un sueldo para cuidar de nuestros bienes y administrar el dinero para que nos alcance para todo lo que haya que pagar en nuestra casota que es Nuevo Laredo, tenía que haber estado más pendiente de este bochornoso asunto que nos indigna y nos avergüenza.
No solamente le pagaron por venir, sino que tomaron “unos centavitos” del arca abierta para organizar una fiesta en la que nada más estuvo la cofradía cultural y sus compinches, a menos de que la reunión haya sido de “traje” y cada quien hubiera llevado unos sandwichitos y ensaladas del eichibí”, eso si es no tener madre, porque una cosa es que pidan raid y además quieran manejar.
Nada les hubiera costado hacer una verbena popular en la placita Primero de Mayo para celebrar que el horrendo edificio de la Estación que más bien parece galerón, haya sido remodelado para tan noble fin como lo es la lectura, pero les faltó sensibilidad política, se fueron con la finta de que como ellos son los que mandan también son los que deciden quienes entran a la fiesta y quienes se quedan afuera.
Dicen, a mi no me consta, que no estuve presente esa noche, que un señor de nombre Julio Zambrano, cuyo origen ignoro, puso a ensayar a los invitados para que al paso del escritor de “Cien años de Soledad” nadie fallara en el intento de arrojar pétalos amarillos a sus pies, yo, de cabrón y mula como soy, le hubiera intercalado polvos pica pica y uno que otro huevo de ónix para que se armara la gresca, no es por asustarlos con el petate del muerto, pero si en mi lugar, escribiera mi amá, ya les hubiera mentado la madre veinte veces, pero como soy civilizado, prefiero guardarme los insultos para una mejor ocasión.
Ramón le entregó a Gabo las llaves de la ciudad y como el escritor se fue directo a la capirucha mexicana, no se le vaya a ocurrir regalárselas a López Obrador y el presidente “legítimo” de la nación, se introduzca al pueblo a media noche para organizar una resistencia civil pacífica en plena avenida Guerrero o un segundo piso del puente internacional. ¡Líbrenos Dios! de todo mal.
Bien decía mi abuelita Chona que era muy sabia y lo que le sigue: “a mi, el dinero me sirve para conocer a la gente”. Que alguien le diga al rey que anda desnudo.

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