Nunca he ido, es más, ni siquiera me he asomado, pero el primo del compadre de un amigo, me contó que el bar “único” en su género es uno de esos antros, como el Versalles en la Ciudad de México o el 54 en Nueva York, en el que se mezclan en un coctel explosivo: alcohol, sexo, no sé si drogas, pero mínimo, cualquiera de ellos, le debe una tele o un ropero a Elektra, y eso si es endrogarse peligrosamente, pero sobre todo, es un lugar en donde conviven distintas castas sociales, culturales y políticas.
Tampoco se trata de quemar a nadie, digo, pero si ya perdieron el pudor de compenetrar a sitio tan distinguido, no creo que les importe que se mencione su nombre en la prensa libre y soberana que siempre he ejercido para señalar, y a veces, nada más para reseñar lo que, a mi juicio, me parece digno de ser tomado en cuenta, en beneficio de mis múltiples lectores, que aunque a algunos indejos, mi talento les provoque urticaria y tan solo de escuchar mi nombre, se les aceleren los movimientos peristálticos, tengo hartos seguidores, así que me valdré de esos a los que les encanta mi estilo para volver a mis orígenes periodísticos que tanto asombró al connotado comunicólogo Dr. José Carlos Lozano Rendón –hijo de mi admirado Don Edmundo Lozano Calzado-.
Ya saben, que mi “high class” me inhibe a hacer cierto tipo de comentarios que pudieran ser ofensivos para mis amigas a quienes les llega esta columna a través de la red mundial cibernética, por eso no puedo hacer uso del lenguaje floripondio que estas nenas de cabello corto emplean para coexistir en ese ámbito suigéneris en el cual se han visto a connotados personajes que igual aparecen en la tele, en los periódicos o en los grandes eventos socioculturales.
Uno de los clientes habituales, dicen, que levanta el dedo para votar las decisiones importantes de nuestro pueblo globero y patriota, cuya élite Golden, que nada más ha leído novelitas cursis, hace unos días le rindió pleitesía a García Márquez, pero eso no es lo destacado del asunto, sino que “el accesible” Ramón le hizo el fuchi al pueblo, a la misma gente que votó por él para hacerlo alcalde, pero de ese tema no quiero hablar porque me da mucho coraje y sentimiento, aunque aclaro que yo no soy de los que piden autógrafos ni se toman fotos con nadie.
Al susodicho –que quiere decir arriba señalado- se le ha visto muy animado bailando por peteneras y alegrías las de la Panto, para los que desconozcan el lenguaje jotero, se trata de Isabel Pantoja la viuda del torero Paquirri.
Lo raro es que esta cantina no era de ambiente, pero como se empezaron a juntar dos o tres parroquianos que les encanta cachar granizo y correr hacia tercera –por cierto, tengo que contarles de un caborón al que lo pescaron con el “dese” de su novio en la boca y tiene que ver con el béisbol- y embarrarse perfume “Vientos de Oriente” del Avon.
¡Aguas! Si no sabe y se mete, porque la cantina en cuestión, es como un choricito largo, así que si alguno de ustedes que no están enterados que su cantina de confianza ya se convirtió en un leonero, se atreve a introducirse, igual si se arma una orgía o una pelea, puede que no salga virgen o ileso de la trifulca. Yo cumplo con advertirles el peligro, allá ustedes y su mala cabeza.
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