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martes, 13 de noviembre de 2012

Periodismo de alto riesgo


En jamás de los jamases he pertenecido a una asociación de periodistas, por supuesto que me han invitado, pero quien lo ha hecho, está peor de jodido que yo, así que, antes de acudir a una junta, siempre pongo sobre la balanza los pros y los contras, observo a la mesa directiva, analizo a los integrantes de la lista blanca y a los de la lista negra, avanzo sobre los lineamentos éticos que rigen al grupo, desmenuzo las trayectorias y finalmente pregunto al presidente, si acaso, en las juntas sirven güiski del bueno y no del que te deja ciego, y claro que, varias veces me han dicho que sirven pisto del caro, pero siempre me aclaran que ese nomás lo toman los gargantones de la cofradía intelectual, es decir, los periodistas que se apersonan ante los funcionarios a poner su cara de baqueta para pedirles que colaboren con su noble causa de periodistas alcohólicos, y según mi sencillo entender, las viudas de Belisario Domínguez y las ovejas negras de las letras, no se juntan en bonche para protegerse unos a otros, por si algún editor quiere pasarse de listo o quiera pagar menos de lo que marca el tabulador profesional, en tanto puedan exigirles mayores garantías en el desempeño de su actividad profesional, por si les sucediera algún percance a sus compañeros dentro o fuera del área laboral, incluso, no solamente en su turno en funciones, es decir de las ocho horas reglamentarias, por ejemplo, en regiones peligrosas del planeta como Afganistán, Irak o Israel, a los enviados especiales, o como dicen los periodistas mamones: “los corresponsales de guerra”, los mandan con viáticos, pero también incluyen dos seguros; el de gastos médicos mayores, y otro, de vida, por si ocurre cualquiera de las dos tragedias previsibles y que no le vaya a suceder como al pobrecito compañero al que de un granadazo casi le vuelan la cabeza, lo dejaron paralitico y al borde de la muerte, si este hombre tan decente, honesto y chambeador, hubiera tenido sus dos seguros, ahora mismo, no tendría que estar batallando para sobrevivir, y si acaso esta víctima de la exacerbada violencia en nuestro país, hubiese formado parte de alguna asociación de periodistas estructurada para ayudar a sus agremiados y no para andar centaveando a los políticos afuera de sus oficinas, entonces, ese grupo tendría la obligación moral de sostenerlo económicamente por el resto de sus días, ya que, si no fueron capaces de hacerles manita de puerco a los dueños de la empresa de marras para otorgarle protección laboral, que se chinguen y paguen, conste que no me refiero a que le colocaran chalecos antibalas o le proporcionaran una troca blindada, líbreme san José Pagés de semejante imprudencia, no, a eso no, sino a que si el área es una zona intolerante de campos de minas, si ya se sabe, lo que puede ocurrir, si no es necesario asomarse al oráculo de Delfos para tener la certeza de lo que es muy probable que pueda pasar, entonces para qué chingaos sirven las mentadas asociaciones, perdonen ustedes, queridos lectores, la largura absurda de esta columna, y este aviso, de que yo no pertenezco a club, grupo, secta, asociación o pandilla alguna de pedioristas de México, es para que, si en mi nombre alguien con cara de borracho amanecido o alguna gorda adiposa con aliento de cenicero, acuden ante cualquier instancia a pedir apoyos para un grupo en el que esté incluido mi eufónico nombre como miembro distinguido de la pléyade, no les crean nada, que mi tiempo no lo dedico a hacerme pendejo en los pasillos de la presidencia municipal, sino a leer, leer, leer, leer, y a veces, sólo a veces, escribir una que otra columna para compartirla con ustedes. Ya dije.
P. D: César Ibarra Moreno, presidente de la Asociación Tommi, dará inicio hoy a las nueve de la mañana su campaña de medición de glucosa y platicas sobre una alimentación adecuada, la labor de César es encomiable ya que es un ser tan generoso que sin ayuda oficial ha ayudado a cientos de personas en nuestra ciudad. 

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