En jamás de los jamases he pertenecido a una asociación de
periodistas, por supuesto que me han invitado, pero quien lo ha hecho, está
peor de jodido que yo, así que, antes de acudir a una junta, siempre pongo
sobre la balanza los pros y los contras, observo a la mesa directiva, analizo a
los integrantes de la lista blanca y a los de la lista negra, avanzo sobre los
lineamentos éticos que rigen al grupo, desmenuzo las trayectorias y finalmente pregunto
al presidente, si acaso, en las juntas sirven güiski del bueno y no del que te
deja ciego, y claro que, varias veces me han dicho que sirven pisto del caro,
pero siempre me aclaran que ese nomás lo toman los gargantones de la cofradía
intelectual, es decir, los periodistas que se apersonan ante los funcionarios a
poner su cara de baqueta para pedirles que colaboren con su noble causa de
periodistas alcohólicos, y según mi sencillo entender, las viudas de Belisario
Domínguez y las ovejas negras de las letras, no se juntan en bonche para
protegerse unos a otros, por si algún editor quiere pasarse de listo o quiera
pagar menos de lo que marca el tabulador profesional, en tanto puedan exigirles
mayores garantías en el desempeño de su actividad profesional, por si les
sucediera algún percance a sus compañeros dentro o fuera del área laboral, incluso,
no solamente en su turno en funciones, es decir de las ocho horas
reglamentarias, por ejemplo, en regiones peligrosas del planeta como Afganistán,
Irak o Israel, a los enviados especiales, o como dicen los periodistas mamones:
“los corresponsales de guerra”, los mandan con viáticos, pero también incluyen
dos seguros; el de gastos médicos mayores, y otro, de vida, por si ocurre
cualquiera de las dos tragedias previsibles y que no le vaya a suceder como al
pobrecito compañero al que de un granadazo casi le vuelan la cabeza, lo dejaron
paralitico y al borde de la muerte, si este hombre tan decente, honesto y
chambeador, hubiera tenido sus dos seguros, ahora mismo, no tendría que estar
batallando para sobrevivir, y si acaso esta víctima de la exacerbada violencia
en nuestro país, hubiese formado parte de alguna asociación de periodistas
estructurada para ayudar a sus agremiados y no para andar centaveando a los políticos
afuera de sus oficinas, entonces, ese grupo tendría la obligación moral de
sostenerlo económicamente por el resto de sus días, ya que, si no fueron
capaces de hacerles manita de puerco a los dueños de la empresa de marras para
otorgarle protección laboral, que se chinguen y paguen, conste que no me
refiero a que le colocaran chalecos antibalas o le proporcionaran una troca
blindada, líbreme san José Pagés de semejante imprudencia, no, a eso no, sino a
que si el área es una zona intolerante de campos de minas, si ya se sabe, lo
que puede ocurrir, si no es necesario asomarse al oráculo de Delfos para tener
la certeza de lo que es muy probable que pueda pasar, entonces para qué
chingaos sirven las mentadas asociaciones, perdonen ustedes, queridos lectores,
la largura absurda de esta columna, y este aviso, de que yo no pertenezco a club,
grupo, secta, asociación o pandilla alguna de pedioristas de México, es para que,
si en mi nombre alguien con cara de borracho amanecido o alguna gorda adiposa
con aliento de cenicero, acuden ante cualquier instancia a pedir apoyos para un
grupo en el que esté incluido mi eufónico nombre como miembro distinguido de la
pléyade, no les crean nada, que mi tiempo no lo dedico a hacerme pendejo en los
pasillos de la presidencia municipal, sino a leer, leer, leer, leer, y a veces,
sólo a veces, escribir una que otra columna para compartirla con ustedes. Ya
dije.
P. D: César Ibarra Moreno, presidente de la Asociación
Tommi, dará inicio hoy a las nueve de la mañana su campaña de medición de
glucosa y platicas sobre una alimentación adecuada, la labor de César es
encomiable ya que es un ser tan generoso que sin ayuda oficial ha ayudado a
cientos de personas en nuestra ciudad.
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