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sábado, 29 de septiembre de 2012

Isa


Aunque parezca extravagante, gracias a que las circunstancias se concatenaron para que me topara a su hijo Fernandito en el ascensor de la clínica 25 de Monterrey, Isa y yo, pudimos reencontrarnos, nunca, como en esa triste noche, me ha dolido tanto la esperanza, y es que, a mi amiga Isabel Gutiérrez de Muñoz, a la que conocí en El Diario hace muchos años, unos meses atrás le habían detectado cáncer, ya se sabe, que los médicos poco pueden hacer para curar esta implacable enfermedad, que es como una flor venenosa que muere al caer la noche y revive al nacer el día, Fernandito, repuesto de la sorpresa de que un señor desconocido lo abordara en un lugar público, me comentó que su mamá estaba muy enferma, en ese momento, sentí que el piso se abría a mis pies, le pedí que me llevara ante su presencia, entré a un cuarto con varias camas, y allí, enfrente de la ventana por donde entraba el cielo, estaba ella; deshojada y desvanecida, como una estrella cintilando en la noche, y a pesar de su languidez, sus párpados somnolientos se entreabrieron para abrazarme con una tierna mirada, le pregunté cómo te sientes y me contestó: “bien”, y le recriminé, entonces si te sientes bien, qué haces aquí, párate y vámonos para Laredo, “no puedo”, me respondió, a partir de ese instante ya no me separé de su lado, iba y venía del piso diez en donde estaba internada mi hermana Ana y bajaba al cinco para ver a mi hermana Isabel, el año pasado, la invité a comer chiles rellenos a mi casa, acudió con sus dos hijos: Fernandito y Chuki, a los tres días, la convidé a una piñata de mi sobrino Edgar y asistió del brazo de Benitín el más pequeño de sus hijos, es cierto que dejamos de frecuentarnos durante semanas que se convirtieron en meses y meses que sumaron años, la realidad es que dejamos de vernos, pero nunca de querernos, y es que, el verdadero amor no tiene fecha de caducidad, hay personas que piensan erróneamente que el tiempo puede tapar con su mancha de olvido los corazones de dos seres que jurándose amistad eterna se separan para hacer cada quien su vida, confieso que estoy desconcertado, no sé cómo reaccionar,  perdóname señor Jesús, pero la verdad es que estoy muy encabronado, no contigo, ni con todos tus santos, solamente que me siento abatido, reconozco que de pronto me dan ganas de mandarlo todo a la chingada y rebelarme ante la infamia del Dios que escribió este duro final para un ser sin culpa como Isa, qué alguien me diga el paradero de mi amiga que me alentaba a vivir en larguísimas conversaciones telefónicas, la que siempre me tendió su mano en momentos de angustias económicas, que me dio mucho más de lo que yo pude haberle retribuido a ella, que era dueña de una generosidad incesante y de una bondad infinita, ahora que ya no está, su ausencia lo cubre todo, Isa es una rosa pálida suelta al viento, murió en la quietud de un espíritu bondadoso, con la conciencia tranquila de una mujer que nunca conoció el odio, que jamás tuvo un mal sentimiento para persona alguna, se va pero no del todo, nos deja un gran ejemplo de digna majestad ante la muerte, y es que, Isa nunca se doblegó ante la perversa enfermedad que le carcomió su vitalidad y belleza, ella que siempre fue una tierna princesa a la orilla de una lágrima, supo dar, con valentía, el paso final hacia la gloria, poco a poco, con sigilo y sosiego, para que sus seres queridos pudiéramos acomodarnos en nuestra pena de verla partir, ahora que ya no está, puedo decir, que Isa entretejió los sueños de muchas personas que tuvimos el privilegio de compartir su vida, de conocer a un verdadero ángel, que se diluyó en su propio dolor para apagarse como una flama de amor y comprensión, es verdad, sin su presencia, el paisaje en Laredo ya no será el mismo, faltará su risa de plata danzando en el viento que al pasar por los árboles musita incesantemente su nombre. A Martes 25 de Septiembre, en Nuevo Laredo, Tamaulipas. 

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