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jueves, 23 de agosto de 2012

Mi guapura en La Clínica 25


No fueron ustedes, la culpa ha sido sólo mía, ya que, en nuestra cotidiana relación, nunca dimos por sentado que en algún indeterminado momento, de pronto, se podría romper el puente idiomático que nos ha unido desde hace varios años, de hecho, ustedes, queridos lectores, se han de acordar que soy pionero de este Líder Informativo, periódico que a la vuelta de la bisagra del tiempo, se ha transformado en una avezada maquinita productora de información, y lo que, en un principio, parecía un eslogan intrascendente, al mero jugar con las palabras: “periodismo con seriedad”, los directivos de esta mi casa lo han convertido en realidad, han de estar pensando, asiduos fans, que me he vuelto lambiscón de oficio, pero no es así, francamente a estas alturas del partido, y dada mi larga trayectoria, no tengo ninguna necesidad de andarle sombrereándole a naiden, mucho menos a mis editores, que antes que jefes son mis amigos, bueno, tampoco es que seamos compadres de andar tomándonos las caguamas, pero existe eso que se llama empatía profesional, ya sé, si no me hago wey, que este punto de quiebre editorial, en el que, reconozco ante Dios Todopoderoso y ante ustedes, hermanos lectores, la mea culpa, con todo lo que ello implica, me ha servido de lección para que nunca más me vuelva a ocurrir, pero nunca, ni en mis sueños campesinos, ni siquiera en mis pesadillas recurrentes en las que se sentaba en lo alto de la silla presidencial el Peje Lagartón, di por imaginarme que me pasaría un mes completo en la clínica 25 de Monterrey, Nuevo León, sin embargo no todo fue malo, ya que, mi guapura me abrió más puertas que mi talento, no, no me ciega el amor propio, que mi edad nunca la he podido ocultar, parezco de 50 pero tengo 32, o al revés, digo, el orden de los factores no altera el acta de nacimiento, y eso que jamás me ha tocado el bisturí del Dr. Sanmiguel, si así hubiera sido, mi eufónico nombre estaría incrustado en las marquesinas de los grandes tiatros del mundo, bueno, pues, de ese mundillo del espectáculo médico, en el que, los egos tienen ribetes dorados, me he traído diversas historias románticas, tan extravagantes que no son creíbles ni en La Rosa de Guadalupe, y no soy mamón, si les aseguro, que me sentía inmerso en un capítulo de Dr. House, naturalmente, siendo yo el protagonista en el que giraban todas las circunstancias de los demás personajes, una vez más, he comprobado que mi apostura, no se debe solamente a la radiante perfección de mis enormes ojos de talibán marihuano, sino a una forma de ser y de estar, no, no estoy exagerando, que nunca se me ha dado la hipérbole en mis sencillos artículos, con decirles, que hubo quien me pidió autógrafo y quien quería tomarse una foto conmigo para conservarla como souvenir de su estadía en el afamado sanatorio, hasta los guardias de seguridad, que impedían la entrada a los propios médicos residentes si no presentaban su gafete, a mí, me franqueaban la entrada sin mayor requisito que mi presencia, en fin, les ofrezco una disculpa por la repetición de varias columnas, pero les prometo, meto, y les repito, pito, que en jamás de los jamases me volverá a pasar, que reconozco mi craso error, de no haberme sentado a escribir en mi convaleciente cama, que dicho sea de paso, me sentaba muy bien la bata verde menta, y no, nunca me dio un torzón, que me cuidé de los ojos maliciosos que nunca faltan e impedí que me observaran con miradas sátiras, llenas de lascivia, concupiscencia y erotismo, por cierto, gracias a dios y a san Elba La Mártir Chuki los niños ya entraron a clases, para felicidad de los padres de familia, lo que nunca me ha quedado claro, es que si, de verdad, las cooperativas escolares ya no venden productos chatarra con harto chile y cocacolas al por mayor, o nomás fue mientras el presidente Calderón se hacía propaganda de que él si estaba acorde a los tiempos que corren, de niños protegidos contra el virus de las sabritas y los frutsis llenos de bacterias.    

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