Cuando me lo confió mi hermana, francamente, di en considerarlo
un asunto de milagrería, y es que, desde su fundación, es proverbial la mala
atención, el despotismo y la pereza de los empleados del Seguro Social, pero
algo ha ocurrido en los entresijos de este monstruo burocrático de cien mil
cabezas, ya que, según Ana Lilia, incluso, los guardias de seguridad, que antes
trataban a la gente con la punta del pie, ahora saludan a todos los derechohabientes
con sonrisa verde, pero sonrisa al fin, y las recepcionistas con aliento de
cenicero y las gordas enfermeras diabólicas andan todas como castañuelas por
todo el hospital, y digo, ya entrando en el terreno del sospechosismo, no será acaso
un ardid del nuevo director nacional del IMSS, don José Antonio González Anaya,
ya que, no es normal la conducta de todos estos cabrones, la verdad, no creo
que hayan cambiado como por arte de magia, yo me acuerdo que durante los
primeros días de Julio del 2012, en que anduve por los pasillos del Seguro de
la Bandera, hasta los empleados de intendencia malmodeaban a los pacientitos y a
sus familiares, no se diga algunos médicos, aunque en mi caso, nada más el Dr. Cayetano
se portó como un sicario de la mafia disfrazado de internista con una bata
percudida que parecía trapo de cocina, hagan de cuenta, queridos lectores, un
indio Tepuja emergido de una película del Indio Fernández, por los motivos que
sean, o dicho al estilo de Felipe Calderón, “haiga sido como haiga sido”, me
alegro que don Pepe Toño esté poniendo orden en el Seguro, que estos malos
mexicanos, entiendan de una vez por todas, que son nuestros servidores, es
decir, nuestros sirvientes en el mejor y más amplio sentido de la palabra, que en
cualquier puesto por más sencillo que sea están para servirnos y deben hacerlo
con atingencia, prontitud y humanidad, que no se sientan más de lo que son, que
sus salarios por más bajos e injustos que les parezcan, proceden de nuestros
impuestos y no de un cofre mágico, por tanto, esos seres desesperados,
desalentados y cabizbajos que observan deambulando por los diversos
consultorios, módulos y cubículos de cualquier seguro social, somos sus
patrones y no al revés, tengo la esperanza ciega y absurda, que esta actitud
demostrada sea para siempre, la realidad, es que, estos burócratas son más
mulas que criadas retobonas, así que, dudo mucho que este cambio sea
permanente, como serán de malos empleados, que al interior de cada clínica y
hospital, les pusieron vigilantes y vigías, no, no exagero al decirlo, las
mentadas Trabajadoras Sociales, son eso mismo, pero son muy poquitas, eso sí, a
mí me consta, porque dos de ellas, una de nombre Idalia y la otra de cuyo nombre
si quiero acordarme pero no logro traerlo a la memoria, se portaron muy bien
conmigo, pero sobretodo con mi hermana Ana, a ambas, literalmente, les debo la
vida y la recuperación de mi pariente que estando en las últimas boqueadas,
ellas se movieron rápidamente para conseguir lo que le hacía falta, perdonen
ustedes, queridos lectores, si he insistido en colocar mi experiencia personal
con el seguro, pero hasta ahora que lo he padecido, he podido entender a los millones
de compatriotas que luego de una larga y desesperante agonía han muerto como
héroes de la patria, a esos, y no a los soldados ni a los policías muertos en
combate, nuestro galán presidente debería de rendirles un sensible homenaje, de
hecho, le sugiero que en cada edificio del IMSS se erija un monumento “al
paciente difunto desconocido”, por cierto, que a EPN no se le olvide que el
PVEM prometió junto con él que si el seguro no tenía las medicinas que el
gobierno iba a extender un vale para que las surtieran en la farmacia de la
esquina, y con la pena, señor presidente, que en ningún puto seguro hay
medicamentos para los padecimientos especializados, digo, hay mucho naproxeno
pero no todo se cura con esas pastillas inocuas. Nos leemos el lunes.
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