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jueves, 21 de febrero de 2013

Los empleados del IMSS andan muy amables


Cuando me lo confió mi hermana, francamente, di en considerarlo un asunto de milagrería, y es que, desde su fundación, es proverbial la mala atención, el despotismo y la pereza de los empleados del Seguro Social, pero algo ha ocurrido en los entresijos de este monstruo burocrático de cien mil cabezas, ya que, según Ana Lilia, incluso, los guardias de seguridad, que antes trataban a la gente con la punta del pie, ahora saludan a todos los derechohabientes con sonrisa verde, pero sonrisa al fin, y las recepcionistas con aliento de cenicero y las gordas enfermeras diabólicas andan todas como castañuelas por todo el hospital, y digo, ya entrando en el terreno del sospechosismo, no será acaso un ardid del nuevo director nacional del IMSS, don José Antonio González Anaya, ya que, no es normal la conducta de todos estos cabrones, la verdad, no creo que hayan cambiado como por arte de magia, yo me acuerdo que durante los primeros días de Julio del 2012, en que anduve por los pasillos del Seguro de la Bandera, hasta los empleados de intendencia malmodeaban a los pacientitos y a sus familiares, no se diga algunos médicos, aunque en mi caso, nada más el Dr. Cayetano se portó como un sicario de la mafia disfrazado de internista con una bata percudida que parecía trapo de cocina, hagan de cuenta, queridos lectores, un indio Tepuja emergido de una película del Indio Fernández, por los motivos que sean, o dicho al estilo de Felipe Calderón, “haiga sido como haiga sido”, me alegro que don Pepe Toño esté poniendo orden en el Seguro, que estos malos mexicanos, entiendan de una vez por todas, que son nuestros servidores, es decir, nuestros sirvientes en el mejor y más amplio sentido de la palabra, que en cualquier puesto por más sencillo que sea están para servirnos y deben hacerlo con atingencia, prontitud y humanidad, que no se sientan más de lo que son, que sus salarios por más bajos e injustos que les parezcan, proceden de nuestros impuestos y no de un cofre mágico, por tanto, esos seres desesperados, desalentados y cabizbajos que observan deambulando por los diversos consultorios, módulos y cubículos de cualquier seguro social, somos sus patrones y no al revés, tengo la esperanza ciega y absurda, que esta actitud demostrada sea para siempre, la realidad, es que, estos burócratas son más mulas que criadas retobonas, así que, dudo mucho que este cambio sea permanente, como serán de malos empleados, que al interior de cada clínica y hospital, les pusieron vigilantes y vigías, no, no exagero al decirlo, las mentadas Trabajadoras Sociales, son eso mismo, pero son muy poquitas, eso sí, a mí me consta, porque dos de ellas, una de nombre Idalia y la otra de cuyo nombre si quiero acordarme pero no logro traerlo a la memoria, se portaron muy bien conmigo, pero sobretodo con mi hermana Ana, a ambas, literalmente, les debo la vida y la recuperación de mi pariente que estando en las últimas boqueadas, ellas se movieron rápidamente para conseguir lo que le hacía falta, perdonen ustedes, queridos lectores, si he insistido en colocar mi experiencia personal con el seguro, pero hasta ahora que lo he padecido, he podido entender a los millones de compatriotas que luego de una larga y desesperante agonía han muerto como héroes de la patria, a esos, y no a los soldados ni a los policías muertos en combate, nuestro galán presidente debería de rendirles un sensible homenaje, de hecho, le sugiero que en cada edificio del IMSS se erija un monumento “al paciente difunto desconocido”, por cierto, que a EPN no se le olvide que el PVEM prometió junto con él que si el seguro no tenía las medicinas que el gobierno iba a extender un vale para que las surtieran en la farmacia de la esquina, y con la pena, señor presidente, que en ningún puto seguro hay medicamentos para los padecimientos especializados, digo, hay mucho naproxeno pero no todo se cura con esas pastillas inocuas. Nos leemos el lunes. 

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