No hay mal
que dure cien años, ni cuerpo que lo resista, así que en siendo uno de los
cuatros jinetes del apocalipsis, la violencia extrema que hemos estado
padeciendo, se tiene que difuminar del ambiente, es cierto, no será de un
jueves para un viernes, si este mal que nos aqueja a todos los mexicanos, ha
venido incubándose desde hace muchos años, la realidad es que ya no es lo mismo
que hace varios meses, antes, se escuchaban noticias aterradoras de asesinatos
cruentos al por mayor, y ahora, no que no se escuchen, pero cada día son menos
los ecos de los ecos de las notas, conste que no quiero ser mal pensado, pero
estando las cosas como están y siendo como son, a veces, me ha dado por creer,
que los encargados de dirigir nuestros destinos como nación, han dado la orden,
-o pagado- a los principales difusores de información para que se callen lo más
que puedan lo que ocurra en nuestro territorio nacional, pero como no se les
puede callar a todos, supongo que eso nos debe tranquilizar a los mexicanos
decentes de que la situación está evolucionando para mejorar, pero prefiero cambiaré
el tema de esta columna de lunes, que bien dicen los que saben, que mal empieza
la semana para el que habla pestes en lunes de sus propias desgracias, en fin, les
aviso a los despistados, que ya hemos llegado al final del popular maratón
mexicano Guadalupe-Reyes, yo, por suerte, después de tanta borrachera y comida,
todavía sigo vivo, pero tengo que confiarles, queridos lectores, dicho sea sin
ánimo de presunción, que dada mi excelente condición física, podía haberle
seguido otros veinte días, y si no es porque desde el 31 se me acabó el dinero
del aguinaldo, les aseguro que esta columna la hubiese escrito en la mesa de la
cantina “Salsipuedes”, ya sé que no otorgo esa impresión, con eso de que dicen
que cría fama… y como he publicado de manera reiterada mi acérrima catolicidad,
de que soy amado hijo de La Guadalupana y casi pariente de los doce apóstoles,
pues ustedes, que me conocen mejor que nadie, han de considerar que soy punto
menos que mustio prende veladoras y asiduo concurrente a los rosarios vivientes
de las madres meretrices, craso error mis estimadísimos fans, a mí, me encanta
el güiski de consagrar como a tantos curas dipsómanos (palabra de diccionario;
te alabamos Real Academia), no importa si es una de Buchanans de doce años o
una Master, digo, si tampoco soy el ectoplasma de un santón medieval, claro,
que, no me meto ningún tipo de estupefacientes, si así fuera, a estas alturas
del partido, no tendría mis dientes completos y mis ojos serían un catálogo de
desvelos, y no es así, ya que, a pesar de mi avanzado estado de putrefacción
espiritual, todavía conservo la galanura que me ha dado tantos éxitos en los
diversos mundillos en los que me he desenvuelto desde que me inicié en el
ámbito del periodismo local, nacional e internacional, por cierto, hablando de
estrellas de índole planetaria, ahora resulta que el jotito cantante Justin
Bieber, ese adolescente que ni canta nada, se ha metido en líos con sus fans,
porque se le ha mostrado en imágenes a través de Twitter echándose su churrito
de mota, él no ha dicho si, si, o si no es grifo, pero la foto en la que se le
ve con los ojos como de jicama con chile, no deja lugar a dudas, que le ha
entrado el gusto por la yerbita que dicen que da mucha risa y provoca tos al
que la consume, pero de estos escándalos se nutren las carreras de algunos
artistas que ni talento tienen, pero como ahora es un requisito no saber hacer
nada para triunfar en la farándula, los astros de la música, son capaces de
hacer de todo con tal de llamar la atención de sus seguidores, que en el caso
de Bieber se suman por miles de millones alrededor del mundo, al rato, no
tardan sus publicistas en sacar una nota en la que se le vea en actitud
sospechosa de machirrín besando a alguna mujer, cuando es de todos conocido,
que al cantante le encanta asomarse a ver quién viene por la ventana. Ya dije.
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